6/18/2009

Sobre las preferencias sexuales...

preferencias sexuales
A muchos nos ha tocado la decepción de ver que algunas de las chicas más apetecibles del sitio son lesbianas. Como siempre, la frustación lleva a cuestionamientos y rebeldías. ¿Por qué no podríamos pasarla bien juntos? ¿Acaso no soy capaz de brindarles placer? Bueno, pues el hecho es que me puedo plantear la misma pregunta cuando algún chico gay se me acerca; y nunca obtengo una respuesta realmente satisfactoria. ¿Por qué? Pienso que porque la preferencia sexual es una cosa de lo más contingente, una mera casualidad que podría cambiar si bajáramos un poco nuestro nivel de represión.
Sí, me gustan las chicas, cierto tipo de chicas, pero he de reconocer que esa especificidad no es más que una fetichización. Son, en mi psique, objetos apetecibles, cosas que me hacen salivar, que despiertan mi hambre. Pero, más allá de esa fijación, hay todo tipo de sujetos que me podrían brindar nuevas y satisfactorias experiencias, sin que siquiera lo espere o lo desee. Eso es un hecho que sólo es impedido por mis inhibiciones. ¿Por qué no abrirme a experimentar con mujeres y hombres que no entran en el canon actual de mi deseo? Seguramente me llevaría muy buenas sorpresas, más allá de lo que ya se está volviendo habitual y de hecho tedioso por tanta repetición... Y me las he llevado, he de confesar, jeje =P. El punto era ejemplificar lo limitado de las definiciones que solemos poner en nuestros perfiles, en sólo uno de los rubros (porque si nos ponemos a hablar de los demás, no acabamos). De hecho, creo que sería imposible encontrar a una persona que responda a todas las exigencias que planteamos. Es increíble la especialización en la que suele incurrir nuestro deseo y lo mucho que suele arruinar nuestro goce sexual.

6/09/2009

Intercambio japonés ( II )


Al final llegamos, bajamos las escaleras y llamamos a la puerta. Nos abrió una japonesa al uso: pequeñita, pelo largo, mona, etc. que nos cobró la cuota de afiliación y la entrada. Ja dentró, un hombre de mediana edad nos enseñó todo el local y nos explicó más o menos las normas de uso.

En el primer piso se encontraba una barra baja y dos zonas de sofás. En la primera zona de sofás había un grupo de 4 parejas que hablaban muy animados, como si les gustara hacer ver que estaban allí y que eran superliberales por ir a un club de intercambio. En la siguiente zona de sofás, que lindaba con un sofá que se alargaba hacia un colchón en el suelo, nos sentamos nosotros aprovechando que no había nadie. En la misma planta y prácticamente enfrente de la barra y con mucha luz, la sala sado. Había una cruz de San Andrés con sus correas y una mesa con todo tipo de complementos: fustas, latigos, varas, trajes de cuero, antifaces, incluso lubricante. En la pared de la sala sado, que era básicamente una reja, había colgados varios disfraces que cumplían con los tópicos que todo amante de Japón esperaría encontrar: disfraz de doncella, de colegiala (imprescindible), de cuero, uno de budweiser (ves a saber por qué)... el caso es que las chicas del grupo se iban cambiando de traje de vez en cuando y le daban mucha vidilla al local. Y no sólo porque tuvieran unos cuerpos de vértigo.

En el piso de bajo había una sala con una máquina de te y una nevera con cervezas, y cuatro habitaciones con colchones en el suelo. Cada una de ellas tenía algo diferente de las otras, pero venían a ser todas iguales. En la primera se permitía la entrada de hombres solos, en la segunda sólo si eran llamados, en la tercera no se permitía. Las tres tenían una zona acristalada para poder ver desde fuera. Una de ellas también tenía una ventanita abierta para poder tocar desde la zona de mirar y en donde se miraba siempre que las parejas se tocaran. En caso de que no se quisiera ser tocado, bastaba con alejarse un poco. Finalmente, en la cuarta habitación no se podía mirar ya que los cristales eran casi opacos.

Todo daba impresión de ser muy japonés, muy ordenado, cada cosa en su sitio: cada habitación para una función diferente. A nosotros, que poco a poco vamos definiendo mejor nuestros gustos, nos gusta hacerlo donde nos pille, sin planear si queremos la habitación A, B o C. Tener que decidir a priori si queríamos que se nos viese, que pudieran entrar hombres solos o si queríamos hacerlo siguiendo la ISO 3247, nos la traía un poco al pairo. El caso es que subimos a los sofás.

En la barra había dos hombres y dos mujeres que habían venido solos. Hablaban animadamente, aunque se veía que las mujeres daba conversación básicamente por educación. Pedimos de beber y entonces nos enteramos de algo que nos hizo muy felices: había barra libre. Los gintonic fueron cayendo poco a poco.

María estaba muy nerviosa. Aquella visita, tal vez enmedio del estrés del viaje, le había creado una cierta ansiedad. Decidimos tomarlo con calma, aunque he de confesar que el nivel del club, sobre todo en cuanto a mujeres se refiere, era de los más altos que había visto nunca y me encontraba muy excitado.

Decidimos tomar una ducha para despejarnos un poco y ver las cosas con un poco más de distancia. En la ducha de enfrente, separada por un cristal translúcido, se duchaba una pareja que acababa de llegar y que minutos antes, se había sentado frente a nosotros. Al salir de la ducha, los dueños del local nos habían dejado unas bolsas para dejar la ropa con sendas batas blancas para ir desnudos...
El sexo no es la respuesta. El sexo es la pregunta, la respuesta es sí ...

Intercambio japonés ( I )


De vuelta por aquí y con otra experiencia curiosa, por llamarle de alguna manera ya que este verano fui a Japón con María y decidimos visitar un club en algún lugar del país. No fue fácil encontrar uno porque parece que las páginas web están todas en japonés y digamos que no resulta fácil leerlas. Al final, se me ocurrió que me lo tradujera Google, que para eso está, y encontré todo un submundo digno de las subculturas niponas. Bueno, también encontré un montón de traducciones divertidísimas, pero eso es otro asunto.

En general, parece que se funciona mucho por asociaciones que organizan fiestas e incluso "juegos". En una de las asociaciones, una vez dentro, se te daban las instrucciones para participar y se podía interactuar en el hotel alquilado para la ocasión o también en la calle, cerca del hotel. Habrá que investigar, de momento parece muy excitante estar intercambiando por la calle.

Otra curiosidad es que a los hombres que quieren entrar solos a muchos clubs se les hace una entrevista previa. E incluso en algunos la tarifa va subiendo con la edad (hombre solo hasta los 40, hombre solo de 40 a 50 y hombre solo de más de 50).

De todas maneras, encontramos un club con la web en inglés y que parecía un club normal y corriente, de los que estamos acostumbrados a frecuentar. Bueno, excepción hecha de la sala de sado. No habíamos visto ninguna aún.

Así pues, sin un porro que llevarnos a los pulmones (en Japón las drogas están penalizadísimas) cogimos el último metro hacia Shinjuku y el barrio de Kabuki-cho, que tiene la dudosa fama de ser el único al que los tokyotas te aconsejan no entrar. Estaba bastante animado con sus relaciones públicas trajeados mirando hacia la calle, sus chicas en la acera atrayendo a los clientes hacia los clubs de todo tipo... incluso vimos unas chicas en kimono a la puerta de un... Dios-sabe-qué. Como éramos pareja, no nos hizo nadie ni caso. Además, bastante teníamos con encontrar el club porque estaba bastante, bastante escondido.

Parejas mujeres y hombres que engañan


Al navegar entre los distintos usuarios, he encontrado fotografias de hombres, mujeres y parejas que engañan, y photoshopean sus imagenes ó utilizan imagenes descargadas de otras páginas y se las adjudican como si fueran de ellos y ellas, lo mejor sería que se presenten tal como son sin querer aparentar lo que no son, porque al conocerlos en persona y no ser como se presentan en la página hay una decepciion que rompe el momento.

6/04/2009

¿Cuál es la trampa del mundo swinger?


Después de haber estado algún tiempo probando el ámbiente swinger, relacionándome con parejas y visitando "locales liberales", quiero hablar de algo que sentí todo el tiempo; una especie de cosa no dicha pero siempre presente, que si se decía podía arruinar la diversión.

¿Qué es lo propio del término "swinger"? Swinger no es ir a un "local liberal" con una amiga cualquiera o una prostituta, ni tener relaciones con alguien cuya pareja no esté enterada de ello, consintiendo o siendo partícipe. Lo propio del mundo swinger no es la interacción sexual de individuos autónomos. No, son parejas, no individuos, las que interactúan, y allí es donde comienzan las dificultades. ¿Por qué? Porque una pareja implica cierto derecho de posesión, el cual tiene incluso un sustento legal (y a veces religioso) en el caso del matrimonio. Cada uno de los individuos de una pareja tiene que seguir ciertas reglas (implícitas o explícitas). Ni los miembros de las parejas más liberales pueden ser tan liberales si quieren funcionar como tal. Lo verdaderamente liberal sería la infidelidad, es decir, acostarse con quien se les antoje en los términos que se les antoje, sin la necesidad de aprobación del compañero; sin que lo sepa siquiera.

Todo el tiempo la práctica swinger está sujeta a estrictas reglas y vigilancia porque en todo momento las relaciones están en juego. Sí, la práctica swinger es una cosa peligrosa y en parte por ello es tan atractiva para algunos. El problema es que no todos entran con el mismo grado de conciencia al juego y muchas relaciones empiezan a deteriorarse (lo sexual siempre es piedra angular de toda relación). El individuo empieza a gozar y a decidir por su cuenta, dejando paulatinamente atrás a su compañero (al grado de anularlo).

No quiero sembrar miedo ni moralizar ni nada. Es sólo que así suele pasar.

Experiencias swinger


En esta ocasión escribiré sobre un par de capítulos de mi experiencia swinger. Por "swinger" entenderé intercambio de pareja, es decir, acostarme con la esposa de alguien con su consentimiento.

El mundo swinger está lleno de interesantes relaciones. Es fascinante poder presenciar cómo funcionan estas parejas en un nivel tan íntimo. Me da la oportunidad de involucrarme con ellos y de comprender su relación desde puntos claves, como un testigo que experimenta parte de su dinámica y de sus conflictos.

Empezaré por una experiencia bastante curiosa y superficial. Después de contactar con una chica a través de un anuncio y de hablar con ella por teléfono acerca de lo que buscábamos, quedamos en vernos en un hotel. Pagué, pues, la habitación y la esperé allí como convenimos. Después de un tiempo, llamó a la puerta. Entró, nos saludamos y nos sentamos en la cama. Inmediatamente, sacó su móvil y me indicó que iba a llamar a su esposo para avisarle que había llegado y que todo estaba bien. Así lo hizo, pero no colgó. Su juego era que tuvieramos sexo y que su marido puediera escuchar mientras se masturbaba en su oficina. ¿Cómo fue la relación? Fue una cosa muy simple, práctica y relativamente rápida. Nos calentamos un poquito, ella se acomodó rápidamente sobre mí, se metió mi pene, estuvimos dándole así un rato, tuvo un orgasmo, se repuso y se puso a hablar con su esposo: "Ya me vine. Escuchaste. Terminé antes que él...". Colgó, platicamos un poco de cómo conoció a su marido, de sus experiencias swinger, de esto y de lo otro, y nos aprestamos a repetir. Por supuesto, volvió a llamar a su marido. En esta ocasión hasta yo hablé con él: "Hola, ¿cómo estás? ¿Te gusta cómo follo a tu esposa?". Como experiencia fue bastante divertida; como polvo fue bastante mediocre. No nos volvimos a ver. Fue un juego entretenido e inofensivo; uno de esos pasatiempos intrascendetes que le dan un poco de variedad a la rutina; como ver una comedia en el cine o algo similar. Lo recuerdo con una sonrisa.

Este tipo de juegos, en apariencia inocentes y sin consecuencias, sin embargo, no son la regla en el mundo swinger en el que me movía. Si todo fuera así, sería como disneyland para adultos. Pero no es tan fácil. Muchas parejas tienen necesidades más profundas que resolver. Es el caso de una mujer con la que me estuve viendo por un año. El sexo entre ella y su esposo se había vuelto tedioso. Cuando me tocó compartir una sesión con ellos pude corroborarlo. Todo era mecánico, se había perdido la excitación. Físicamente era placentero, se conocían bastante bien, pero la energía y afectos invertidos eran ridículos. Y ella no necesitaba una máquina de follar superdotada ni un experto que conociera a la perfección sus zonas erógenas; lo único que requería era un poco de pasión, alguien que se involucrara algo más. Ella sabía cómo llegar al orgasmo fácilmente cuando lo quería; de hecho, no era necesario que yo hiciera algo (me quedaba quietecito y ella hacía el resto). La diferencia era la parte afectiva, no la física. Podíamos pasar la noche entera sin follar; sólo abrazados, besándonos.

Su matrimonio se ha ido deteriorando paulatinamente. Ambos buscan a otras personas para tener sexo constantemente, pero cada vez comparten menos. El hecho de que conmigo encontrara cierta química me hizo motivo de discordia. Desean, por el bienestar de su familia, arreglar la situación, pero a la vez no consiguen reencontrarse sexualmente y siguen buscando como swingers la satisfacción que les falta.

Detrás del carácter aparentemente lúdico de las relaciones swinger hay más de lo que muchos estamos dispuestos a reconocer. Visto superficialmente, a la luz de una o dos experiencias efímeras, parece estar todo bajo control y resulta incluso divertido, risible. Sólo es cosa de escarbar un poco para saber que allí hay una relación de pareja que tiene problemas para funcionar como tal.